FORMACIÓN CIENTÍFICA | 2. Acerca de "La Metamorfosis"

 Del libro de notas de un entomólogo

 ACERCA DE "LA METAMORFOSIS"

Ilustración: Alejandro Barbeito


La aparición de un trabajo, de pretensioso título científico, que liviana y erráticamente incursiona en el campo de la entomología, obliga a quien acumula tras de sí años de estudio y observación del mundo de los insectos a hacer algunas consideraciones.

Procuraré no imbuir de excesos académicos a estas anotaciones, que sólo pretenden contribuir al conocimiento científico, y juzgar la calidad y rigor –si acaso los hubiere– de una publicación que me llegara merced a alguna mano anónima que la depositó en mi mesa de trabajo, a la que he procurado galardonar en mi larga trayectoria con obras señeras en la materia.    

Se trata de "La metamorfosis", libro del que ignoro la fecha cierta en que fue escrito y cuya autoría se adjudica a quien firma como Franz Kafka

Puesto que –según entiendo– la citada obra goza de gran predicamento en el ambiente joven de nuestros claustros universitarios, me atrevo a inferir que nos hallamos ante un nuevo ejemplo de la penosa situación de caos que enfrenta esta nueva camada de prohombres que conformarán el pensamiento de mañana.

El escrito, lejos de significar un aporte al conocimiento científico, acarrea una mayor confusión a los educandos, máxime aún en aquellos con alguna propensión al desvarío y la diletancia.

Ignoro los antecedentes del señor Kafka, pero nada debe esperarse de él considerando las imprecisiones y gruesos errores conceptuales en los que constantemente cae la obra en cuestión. El buscar en la recreación literaria –pueril, diría– un método de divulgación de conocimientos superiores es algo ya experimentado y con dudosos resultados. Pero más allá de la forma utilizada, se pueden emitir algunos juicios, desapasionados y objetivos, sobre la total carencia de rigor científico en el pensamiento del autor, de quien, bueno es decirlo, no se puede esperar un gran aporte a la entomología toda vez que por la contratapa de su libro nos enteramos que es doctor en leyes.

Aceptando entonces la arbitraria e inexplicable imposición de un nombre al objeto de estudio, leemos en los primeros renglones que "una mañana, tras agitado sueño, Gregorio Samsa amaneció transformado en un insecto".

Inútil resultará, para el lector que se lo proponga, descubrir en la lectura de las páginas siguientes qué proceso metamórfico es ese al que alude el título, y menos aún a qué tipo de insecto se refiere el señor Kafka. Veamos si no.

El citado insecto tiene –según afirma al comienzo del capítulo 2– "una hilera de patas". Los insectos, Sr. Kafka, constituyen una clase dentro de la rama Arthropoda, sub-rama Mandibulata, a los que no en vano se denomina también hexápodos: hexa, seis; podos, patas. Seis patas, y no "una hilera". Por otra parte, se trata de un ejemplar descomunal, y hasta hoy no se han encontrado más que algunas especies del orden Lepidoptera que apenas sobrepasan los 25 cm.

    De la lectura de la primera parte de la obra se puede inferir que se trata del orden Coleoptera. Tegumento y cápsula cefálica esclerosadas, aparato bucal masticador, patas caminadoras. Y hasta podríamos arriesgar que pertenece a la familia Carabidae. Mas cual no sería nuestra sorpresa al leer en la pág. 49 "sintióse atraído por el trozo de queso y comenzó enseguida a lamerlo". Comenzamos a pensar en otro orden, caracterizado por el aparato bucal lamedor. Pero inmediatamente dice "sucesivamente devoró como un auténtico tragón el queso, las verduras y las salsas que las cubría". Un lector no avezado podría concluir que el insecto es un himenóptero; sin embargo, los pobres indicios dados en la primera parte difieren radicalmente de la más vaga definición de este orden.

El galimatías se torna irritante en el capítulo 3, cuando leemos "¡Miren qué pedazo de bicho! ¡Ven acá, cucaracha!" Aunque la frase es pronunciada por una empleada doméstica, y al vulgo se le puede perdonar su ignorancia, ningún derecho tiene el autor de confundir a los lectores con un error conceptual de esa índole. La cucaracha doméstica, Periplaneta americana L., pertenece al orden Blattodea y nada tiene que ver con el mundo de los insectos.

En el mismo capítulo, el señor Kafka va más lejos: hace silbar al indeterminado sujeto "con todas las fuerzas producidas por la rabia". Imposible será conocer la cita bibliográfica consultada por el autor donde se mencione algún género capacitado para producir ese tipo de sonido.

El paroxismo de la falacia llega pocas páginas más adelante, cuando dice "Esa música lo emocionaba". Ni la imaginación de los fabulistas de antaño fue capaz de dotar de un sentido melancólico a los insectos. El recurso del autor, ya no desde el punto de vista científico, sino literario, es penoso.

Tan inexplicable como esa mal llamada por el autor "metamorfosis", es la muerte del denominado Gregorio Samsa. "El reloj de la torre dio las tres de la madrugada. Vio entonces a través de la ventana cómo el paisaje comenzaba a aclarar. Después su cabeza hundióse en el pecho y sin advertirlo, débilmente, exhaló el último suspiro."

El final no sólo termina con los sufrimientos del personaje: libra al lector de una serie de oscuros dislates y, fundamentalmente, evita al autor incurrir en nuevos desaciertos conceptuales.

Esta obra es una acabada muestra del error habitual de creer que la ciencia es sólo observación. No basta con deslumbrarse con la naturaleza: hay que estudiarla para saber interpretarla y, aun así, apuntalar el conocimiento con la permanente corroboración.

El señor Kafka ha dado –a mi juicio– un definitivo paso en falso que le exigirá olvidar la entomología. ¡Cuánto mejor andaría el mundo si cada uno se dedicara a lo suyo! Los entomólogos a la entomología y el señor Kafka a sus leyes.


 



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